Historia

Era 1995. Apenas unos años antes, los muros habían caído en Europa del Este, las fronteras se habían abierto y la democracia comenzaba a afianzarse en países donde había estado ausente durante mucho tiempo. Al mismo tiempo, el régimen del apartheid en Sudáfrica había sido derrocado y el país daba sus primeros pasos como una democracia libre e igualitaria. Durante este período de transición, surgió un fuerte compromiso dentro de la Democracia Cristiana, especialmente entre jóvenes y mujeres, por contribuir a la construcción de las nuevas democracias. En un principio, este trabajo se llevó a cabo bajo los auspicios del partido, en forma de comité y con recursos limitados.

La Liga Juvenil Demócrata Cristiana y la Liga de Mujeres lideraron los primeros contactos con partidos hermanos en los países bálticos, Polonia y Rusia. Sin embargo, a medida que crecían las necesidades y evolucionaba el panorama de la cooperación al desarrollo, se hizo evidente la necesidad de una estructura más profesional y sostenible. Se comprendió que el trabajo se beneficiaría de la posibilidad de ampliar las fuentes de financiación, entre ellas, Asdi, y de construir una identidad propia. Fue en esta etapa cuando KIC tomó forma.

 

El Centro Internacional Demócrata Cristiano (KIC) se fundó en 2005, tomando el relevo del Consejo Demócrata Cristiano para la Democracia y el Desarrollo (KrDU).

 

Nacimos de la convicción de que la solidaridad partidista sueca podía desempeñar un papel más relevante, pero desde un enfoque nuevo: con la idea de que la democracia no se limita a la ideología. De apoyar principalmente a partidos hermanos, la misión se amplió para incluir el desarrollo metodológico, las iniciativas formativas y el fortalecimiento de capacidades en regiones donde la democracia aún era joven. Se buscaban líderes políticos valientes capaces de impulsar la democracia del futuro en sus países.

 

KIC no dudó en identificar desafíos y en crear redes en Bielorrusia, Georgia, Cuba y países de África Oriental. No se trataba de obtener resultados inmediatos, sino de mantener una presencia a largo plazo. Era una labor en la que los riesgos no eran solo teóricos, sino parte de la realidad: los socios podían ser encarcelados o desaparecer. Pero también había quienes, con apoyo, lograban convertirse en agentes de cambio. KIC se consolidó como un actor propio, con competencia y valentía en entornos complejos, siempre con la herencia democristiana como base.

El motor principal se ha mantenido constante a lo largo de los años: ser la voz de quienes buscan el cambio, un vínculo entre la participación local y la cooperación global. Formar a los políticos locales, empoderar a las mujeres y brindar a los jóvenes las herramientas para participar en el desarrollo comunitario se ha convertido en una de las tareas más importantes de KIC y en un socio estratégico dentro de los esfuerzos globales por el desarrollo.